La educación de los hijos es personal y privada. No hay instrucciones universales que sirvan para cualquier época, niño o situación. Por ello, los padres y madres viven cierta desorientación balanceándose entre aspectos educativos contradictorios. Es importante resaltar que aunque “hace falta una tribu” para educar a los hijos, los principales responsables son los padres. El colegio complementa y apoya.
Por ello, uno de los objetivos prioritarios que tienen los padres (o deberían tener), es el de educar a sus hijos en el momento que nos ha tocado vivir: Un entorno cada vez más desafiante y complejo. Y es que educar es difícil, pero puede ser la mejor inversión de nuestras vidas.
Y… ¿cómo conseguirlo? ¿Hay que querer sin límites a los hijos?
Una idea muy útil es que “por dar amor no se maleduca nunca”. A pesar de que limitar a un niño puede resultar cansado y frustrante, no queda otro remedio. La vida social está llena de normas; y para vivir en sociedad hay que asumir una adecuada convivencia familiar para después, saber aceptar las pautas sociales y culturales. Como dijo Sófocles “el que es bueno en la familia, es también buen ciudadano”. El establecimiento de normas es indispensable para aprender a convivir (y ser más feliz), y se aprende en casa.
¿Qué son los límites y por qué son necesarios?
Los límites son las pautas adecuadas de conducta que una sociedad acuerda para sus miembros y son una parte esencial en el desarrollo ya que:
- Aportan seguridad y protección. Los adultos son los que las ponen en el mejor interés del niño y el niño obedece (y no al revés).
- Son una referencia. Nos ayudan a saber qué esperar y qué se espera de nosotros.
- Enseñan al niño a saber renunciar o postergar sus deseos y eso prepara para afrontar futuras situaciones en la vida, donde no vamos a obtener de inmediato (y a veces nunca) lo que deseamos o esperamos.
Los niños criados sin normas carecen de referentes para organizar su propia vida. Están acostumbrados a imponer su voluntad, y se sorprenden, rebelándose, cuando alguien les plantea una exigencia, un esfuerzo o una obligación. Son éstos los que acaban convirtiéndose en tiranos: primero con su familia, después en el colegio y por último en los grupos sociales de los que pretendan formar parte.
¿Se debe ser estricto o permisivo?
Toda situación extrema perjudica el crecimiento y el desarrollo del niño. Un exceso de normas o unos límites demasiado estrictos pueden desalentarlo y hacer que no acepte ninguno. La permisividad excesiva tendrá como consecuencia niños exigentes, poco agradecidos, con dificultad cada vez mayor para aceptar negativas y con poca aceptación social o incluso rechazo. O sea que aquí como en casi todo, término medio según edad y situación.
Condiciones fundamentales para poder establecer con éxito los límites a los hijos
- Que exista un buen clima familiar de afecto y cariño.
- Que los padres estén convencidos de aquello que exigen (padre y madre deben estar de acuerdo delante del niño) y que por tanto, luchen para conseguirlo.
- Que los padres se comporten de forma coherente a lo exigido (con el ejemplo también se enseña).
- Que los padres adopten una mentalidad flexible que les permita ir adaptando las normas a la situación, momento y edad concreta del niño.
- Para educar bien es necesario tener sentido común y mucho sentido del humor.
Algunos consejos básicos para poner límites y normas
- Objetividad: las normas que se pongan deben ser pocas y claras; bien especificado, con frases cortas y órdenes precisas que pueda entender un niño.
- Firmeza en la formulación del límite: los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos y gesto serio.
- Acentuar lo positivo: en general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer (“Habla bajo”) antes de lo que no debe hacer (“No grites”).
- Explicar el porqué: cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de evitar situaciones peligrosas para él mismo o para otros, se sentirá más animado a obedecerla.
- Sugerir una alternativa: al intentar indicar una alternativa aceptable el límite sonará menos negativo y el niño lo aceptará mejor (“Ése es mi pintalabios y no es para jugar, aquí tienes un lápiz y papel para pintar.”)
- Firmeza en el cumplimiento: Lo que se dice, se cumple, por lo tanto… ¡cuidado con lo que se dice! Es importante que los padres mantengan lo que dicen aunque estén cansados o no tengan ganas.
- Desaprueba la conducta, no al niño: hay que dejar claro que la desaprobación está relacionada con el comportamiento y no con él (“Eres malo” versus: “Eso está mal hecho”).
- Felicitar al niño siempre que se lo merezca: especialmente si ha cumplido una nueva norma o un límite que le cuesta asumir, así se le dará confianza en sí mismo.
- Los límites son necesarios para la armonía familiar y social, pero requieren tiempo, constancia, claridad y serenidad. Con un poco de esfuerzo los padres pueden llegar a conseguir su objetivo: el de hacer disfrutar a sus hijos del viaje de la vida del que ellos son sus primeros (y a veces, únicos) guías.
Animo y “al toro”, que no es nada fácil, pero con los hijos se aprende horrores.
Fuente: familiaysalud.es
Imágenes: educativo.es