A medida que una persona se hace mayor, su ADN funciona cada vez peor, según ha demostrado un estudio internacional dirigido por Manel Esteller desde el Institut d’Investigació Biomèdica de Bellvitge (Idibell).

Más allá de la curiosidad de comparar la edad biológica y la
cronológica, la investigación de Esteller sugiere que una dieta rica en folatos
–que abundan, por ejemplo, en vegetales de hoja verde como las
espinacas– podría frenar el envejecimiento. A más largo plazo, podría
inspirar el
desarrollo de fármacos que actúen en el interior de las células y contrarresten el deterioro de la edad. “Son posibilidades para frenar el envejecimiento que se nos abren ahora y que vale la pena explorar”, declara Esteller.
desarrollo de fármacos que actúen en el interior de las células y contrarresten el deterioro de la edad. “Son posibilidades para frenar el envejecimiento que se nos abren ahora y que vale la pena explorar”, declara Esteller.
La investigación, en la que han participado 17 instituciones científicas de cinco países, se ha basado en comparar el epigenoma
de un recién nacido y el de su bisabuelo de 103 años. Epigenoma, por si
es la primera vez que se cruzan con esta palabra, significa sobre (epi)
el genoma. Es decir, no se ha analizado directamente el ADN (el
genoma), sino unas moléculas que se sitúan sobre el ADN y que regulan la
actividad de los genes.
Estas moléculas, llamadas grupos metilo, actúan como interruptores.
Encienden y apagan los genes. Tener los grupos metilo bien regulados,
por lo tanto, resulta imprescindible para que cada gen actúe
correctamente en cada célula del organismo.
Otras investigaciones habían analizado anteriormente el genoma de
personas centenarias en busca de los genes que más contribuyen a la
longevidad (véase La Vanguardia del 30/X/2011). Sin embargo, el
envejecimiento no sólo depende de los genes, sino también de factores
ambientales. Y los factores ambientales modifican, precisamente, el
epigenoma.
“Nadie había estudiado el epigenoma de personas centenarias y
pensamos que valía la pena mirarlo”, explica Esteller, investigador
Icrea del Idibell.
Según los resultados de la investigación presentados ayer en la
revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados
Unidos, había medio millón de puntos del ADN en los que
al bisabuelo de 103 años le faltaba el interruptor que apaga los genes.
Esta cifra representa sólo el 3% de los 16 millones de puntos del ADN
regulados por grupos metilo. Pero el medio millón de alteraciones afecta
a múltiples genes importantes como algunos que regulan el sistema
inmunitario, el metabolismo de la glucosa o el de la insulina.
Los investigadores han identificado otros 100.000 puntos en los que
ocurría el fenómeno contrario: el anciano tenía grupos metilo que
apagaban los genes, mientras que el recién nacido no los tenía.

Estos resultados indican que, a medida que una persona se hace mayor, algunos genes que deberían estar silenciados se activan; y, por el contrario, otros genes que deberían estar activados se silencian. El conjunto del ADN funciona un poco peor.
El estudio se ha realizado con células inmunitarias de la sangre en
el caso del anciano y del cordón umbilical en el caso del recién nacido.
Pero “pensamos que este fenómeno no afecta únicamente al sistema
inmunitario, sino que ocurre lo mismo en todo el organismo”, apunta
Esteller. “Tenemos datos de la mucosa bucal y de la mucosa del colon que
apuntan en la misma dirección”.
Tras analizar los epigenomas del bebé y de su bisabuelo, los
investigadores han estudiado qué ocurre en edades intermedias, en
personas de 26 y de 60 años. Los resultados muestran que hay una
degradación progresiva del epigenoma a lo largo de la vida, ya que a los
26 años se parece más al de un recién nacido y a los 60 se parece más
al de un anciano.
“El envejecimiento es un fenómeno complejo que aún
no comprendemos bien, pero los cambios del epigenoma son probablemente
uno de los mecanismos básicos que intervienen”, destaca Esteller. Otras
alteraciones características del envejecimiento, como el acortamiento de
los telómeros o las alteraciones de las sirtuinas, están relacionadas
con la metilación del ADN, apunta.
Si se confirma que los cambios del epigenoma son un
mecanismo básico de envejecimiento, los fármacos que actúan sobre la
metilación del ADN podrían convertirse en el futuro en tratamientos
antiaging, según Manel Esteller. Hoy día ya se han desarrollando
fármacos de este tipo para el tratamiento de leucemias y linfomas. “No
sabemos si también pueden ser eficaces contra el envejecimiento y, en
caso de que lo fueran, si sus efectos secundarios serán tolerables”,
advierte Esteller. Pero “vista la importancia que tiene la metilación
del ADN en el envejecimiento, conviene estudiarlo”.
FUENTE: LaVanguardia.es
IMÁGENES: mialmadediamante.blogspot.com y hablandodeciencia.com
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